Los sonidos de la cuadra
Recuerdo
haber crecido escuchando algunos sonidos particulares que marcaron mi memoria.
En casa era familiar el repiqueteo de una Singer de pedal que Mamalolita
manipulaba con increíble destreza durante todo el día, acompañando la tarea con
un silbo largo y melancólico; ya al final de la tarde, siempre con una copla,
ella mostraba orgullosa el producto de sus manos.
De la
calle evoco el repiqueteo indetenible del telégrafo del pueblo; un sonido que
emergía misterioso desde el interior de la casa del telegrafista durante todos
los días del año; sonido del que yo, aun pequeño, intentaba descubrir la fuente
saltando delante del gran ventanal permanentemente abierto a la calle, pero
sólo me topaba con un gran reloj de pared cuyo algún tic-tac era opacado al
instante por el sonido perenne del telégrafo.
A eso
de las cuatro de la tarde, cada cierto tiempo, se formaba una algarabía entre
chicos y grandes, prisa, risas, y uno que otro llanto; se acercaba el carro de
los helados, sonaba la sempiterna melodía que parecía extraída de una cajita de
música y que aún al escuchar de vez en cuando por ahí, como perrito de Pavlov,
se me hace agua la boca.
Autor: José Marcano Carpintero